jueves, 22 de enero de 2009

Día tras día


Te despiertas cada mañana y sientes lo mismo. Lo mismo que sientes durante todo el día. Sí, claro que te ríes y disfrutas de los buenos momentos con la gente que te rodea, que hace que tu vida sea un poco mas soportable de lo que és. Esa gente que hace que por un instante, aunque sea una milésima de segundo, puedas olvidarte de ello y volver a pensar que todo va bien.
Pero cuándo llegas a tu casa, abres la puerta y notas ese frío en ella, esa soledad, esa (no placentera) tranquilidad te das cuenta de lo que te has estado intentando esconder. De ti. Sí, de ti y de tu sufrimiento permanente. Un día, caíste en un agujero más negro de lo que nunca podrías imaginar y aún a estas alturas no has salido, no has sentido, no has amado, no has reído de verdad, no has saltado, no te has sentido libre y completa. Porque todo eso no te pasa a ti, pasa en las películas, en los libros y a todas tus amigas, pero a ti no te pasa. No, claro que no. ¿Cómo un día pudiste llegar a pensar que te pasaría ti? Tú eres simplemente la chica torpe que pasa desapercibida al lado de la guay del instituto. Sí, tú eres esa chica. La que nadie ve.
Lo que tu sientes es silencio, oscuridad, vacío, sequedad, olvido.
Te duermes cada noche y sientes lo mismo. Nada. No sientes nada. El vacío en tu corazón que cada vez está mas muerto. Y entonces, la oscuridad te atrapa seguido de un frío helado que llevas encima día tras día.

Día
tras
día